
Lo primero que hay que hacer es lavar bien las hojas y cortarle las pencas, a diferencia de cómo solemos hacerlo, no le quitamos todo el tallo sino hasta donde recién empieza la hoja, como puede verse en la foto.
Luego hay que blanquearlos. Para eso sólo pones a calentar agua y cuando hierve, tiras las hojas, las dejas unos segundos hasta que se ablanden, las retiras y las llevas a agua bien fría para cortar la cocción.

Para rellenarlas, simplemente debemos poner la mezcla en el centro y enrollar. Probé tanto desde un costado hacia otro como desde la punta a la base y no se desarmó de ninguna de las dos maneras.
Tampoco me fue necesario atarlos, aunque creo que originalmente si se debe hacer, simplemente tuve que apoyarlos en la cacerola con la unión hacia abajo.
Los apoyas en un sartén o cacerola y apenas cubres con caldo (primero supuse que convenía ponerlos en el líquido bien caliente para que enseguida se contraigan y queden bien armaditos; pero lo cierto es que se conservaron mejor cuando los empecé en caldo frío). Otra forma de hacerlos, aún más sana, es al vapor.
En lo que refiere al tiempo de cocción, obviamente depende del relleno que usemos. En esta oportunidad, por una razón de tiempo y ganas recurrí a una adaptación de las fatay (con carne picada cruda) y en 20 minutos ya estaban listos. También hice otro con jamón y queso, el cual prácticamente no se derramo.
Muy fácil y muy rico. Mi duda era si el relleno no tapaba el gusto de la acelga, peor como al hacer el paquetito se crea una capa gruesita con la hoja, se termina sintiendo muy claro el sabor de la acelga.
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